Llega el verano, ¿por dónde empezamos?
Primero, aconsejo leer el libro "Bebés al agua" detenidamente. Con él animo a todos los padres del mundo a prepararse para descubrir los misterios y las sorpresas que el mundo acuático infantil nos brinda. Segundo, deseo dejar bien inculcado el consejo que considero más delicado e importante: no perder a los niños de vista. Todos sabemos que los pequeños siempre están en grave peligro cuando hay agua cerca. Hay que observarlos y no dejar de mirarlos ni un momento.
Los niños pueden tener pequeños lapsus que pueden darnos un susto. Nunca hay que estar confiando de que no se tirarán al agua. Todo pasa en ese segundo que menos esperamos.
No podemos pretender enseñarles a nadar en verano cuando aún no tienen tres años, es mejor dedicarse a disfrutar sin pretender que aprendan a nadar. Es más importante inculcarles unas normas de comportamiento claras y concretas. Si el pequeño tiene facilidad, aprenderá sin necesidad de forzarlo, y si no la tiene, más vale dejarlo tranquilo, aunque lo ideal sería que el niño pudiera ir con sus padres o con alguien de confianza durante todo el curso a sesiones acuáticas. En verano, los más pequeños tendrían que vivir el agua con placer y sin presiones. Es preferible dejar el esfuerzo de aprender como una tarea a realizar durante el año y con acompañamiento de profesionales, ya que el aprendizaje es mejor cuando se realiza de forma progresiva, constante y continuada.
El objetivo del verano es descubrir el placer en el agua. El placer es fundamental para crear entusiasmo, necesario para aprender luego durante el curso de forma progresiva. No puede haber placer si no se crea antes un vínculo de confianza y seguridad.
Tres veranos diferentes
Los tres primeros veranos de un niño son muy diferentes. Es importante que los padres lo sepan y no confundan un verano con otro. El primer verano, en el que normalmente el niño todavía es un bebé, sus vivencias con el agua suelen ser únicamente sensoriales: color, temperatura, sabor, tacto.
En el segundo verano, si ya se acerca a los dos años, posiblemente se mostrará más prudente que el año anterior, ya que el nivel de conciencia ha aumentado. Después de unos días de vacaciones irá disminuyendo su prudencia inicial.
El tercer verano será un auténtico peligro si el niño vive la fantasía del agua y no la realidad. Más adelante hablaremos del tema. Pero si el niño ha crecido en el agua según una metodología educativa y evolutiva, ya sabrá nadar y habrá empezado a desarrollar el sentido de la prudencia. Si el niño no sabe nadar y además ya ha desarrollado el miedo al agua, entonces costará un poquito lograr que entre.
A partir de los dos años y medio, todos los niños deberían saber nadar.
Noemí Suriol
Directora y formadora de Lenoarmi.
Noemi Suriol Puigvert
Reservados todos los derechos, incluso el de reproducción.
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