jueves, 3 de septiembre de 2015

Oliver Sacks

Oliver Sacks, la realidad desde el optimismo

El neurólogo y escritor, en una imagen de archivo. EL MUNDO

Oliver Sacks, el renombrado neurólogo y escritor británico, murió el domingo en su casa de Nueva York. Sacks tenía 82 años.

En uno de sus primeros ensayos personales, “Bebés de agua“ sobre su larga relación con la natación, el médico decía hallar en el agua la libertad de "un nuevo ser, un nuevo modo de ser" y contaba cómo su padre, quien siguiendo una prescripción talmúdica le enseñó a nadar, estuvo en forma y nadando hasta pasados los noventa años de edad. "Ojalá pueda hacer como él y nadar hasta mi muerte" concluía Sacks.

Hace apenas un mes, también en las páginas del New York Times, confirmaba la consecución de aquel deseo. "Continúo nadando cada día, pero más lentamente ahora, pues empiezo a sentir cómo me falta el aire". El neurólogo continuaba: "podía negarlo antes, pero ahora sé que estoy enfermo. El siete de julio, un TAC confirmó que la metástasis no sólo había recuperado su lugar en mi hígado sino que se había extendido más allá de éste".

Sacks fue el menor de cuatro hermanos en una familia judía ortodoxa de Londres en el seno de la cual absorbió el amor por la cultura, el conocimiento y, también, la medicina. Su padre era médico. Su madre, una de las primeras mujeres cirujanas de Inglaterra. Sacks vivió la Segunda Guerra Mundial lejos de Londres, en un internado ajeno a los bombardeos nazis.

Sacks se graduó como médico en Oxford en 1958. Luego dejó su país natal para visitar Canadá e instalarse, finalmente, en Estados Unidos. Una tierra en la que encontraría los pacientes y las historias que su pluma transformaría en algunos de los relatos más memorables de la historia de la medicina.


Aunque a Sacks se le relacionará siempre con Nueva York y, en concreto, con el Albert Einstein College of Medicine, donde pasó 45 años, la aventura norteamericana del neurólogo empezó en la Costa Oeste. Primero su residencia en neurología en el hospital Monte Sión de San Francisco y luego en la Universidad de California en Los Angeles. Como escribió él mismo en el New Yorker hace más de dos décadas, "la vida del neurólogo no es sistemática, como la de un científico, sino que le provee con situaciones novedosas e imprevistas que pueden convertirse en ventanas, agujeros por los que espiar la complejidad de la naturaleza".

Ya en Nueva York, Sacks trató en el Hospital Beth Abraham a pacientes con encefalitis letárgica. Al administrarles la, por entonces, novedosa L-Dopa algunos de éstos despertaron. Este episodio se transformaría después en Despertares, un libro que, con Robin Williams enfundado en la bata blanca, saltaría a la gran pantalla, otorgando fama y reconocimiento tan global como incómodo al neurólogo, como confesó a este periódico el colega y también doctor del Albert Einstein College of Medicine, Mark Mehler.


Su trabajo clínico nunca cesó. De hecho, fue la fuente de la que este 'poeta de la medicina' como ha sido llamado en más de una ocasión bebió para luego, gracias a su inmensa delicadeza y estilo, transformarla en una forma de introspección universal, en un método para interrogar la ordinaria existencia humana a través del drama vital de los cerebros que no lo eran.". 

No hay comentarios:

Publicar un comentario